martes, 14 de febrero de 2023

Guadalupe Grande vive

    Hace unas semanas, casi coincidiendo con el primer aniversario de la muerte de la autora, Sergio C. Fanjul publicó en Babelia un artículo excelente —lo enlazo aquí— sobre el libro póstumo de Guadalupe Grande Jarrón y tempestad. Cualquiera que haya empezado a leer esta entrada quizás haría bien en dejarla para otro día, o para nunca, y adentrarse en el artículo de Fanjul: dice más y mejor cualquier cosa que a mí se me pudiera ocurrir y es una puerta magnífica para entrar en un libro nada fácil pero que compensa abundantemente el esfuerzo de la lectura.
    ¿Por qué, entonces, si Fanjul y otros se han ocupado del libro, me atrevo yo también? ¿Y por qué me atrevo si Guadalupe Grande no era en realidad de por aquí ni publicaba en editoriales de por aquí? Por varias razones.
La primera, para darme el gusto de enlazar el artículo de Fanjul y contribuir —una pizca al menos— a difundirlo y, en consecuencia, a difundir un libro que bien lo merece y del que los medios de por aquí es altamente improbable que se den por enterados.
La segunda, porque traté un poco a Guadalupe Grande en 2018 cuando acompañó a su madre, ya a punto de morir, a un memorable recital en Almagro. A Grande, y a su emocionante amor de hija, le debemos aquel recital; esta entrada no es sino una humilde manera de agradecérselo.
La tercera, porque Guadalupe Grande representa muy bien a tantas personas —pienso ahora, por ejemplo y consciente de sus obvias diferencias, en David González, muerto también antes de tiempo— que, sin vivir de la poesía, viven por y para la poesía con una entrega, una perseverancia y un riguroso fervor que se dirían —sin mentir, porque en verdad lo son— vocación o destino, imposibles de eludir en todo caso aunque las lleven por un camino áspero y siempre al borde del precipicio.
La cuarta, porque, pese a no ser exactamente una poeta de por aquí, sí lo es en cierto modo, quiero creer que importante. De hecho, en el libro hay suficientes detalles que lo corroboran: personas —el padre y más—, sitios o hechos explícita o tácitamente nombrados o aludidos, que diáfanamente expresan los vínculos de Guadalupe Grande con la Mancha. Entre ellos —y me apetece destacarlo por si tuviera algo que ver con Manuela Temporelli y su Sabor de moras en agosto— una referencia críptica a Cinco Casas.
Pero, desde luego, la razón principal es el libro mismo. Apunta Fanjul que en el «libro se percibe la férrea voluntad de Grande por ir más allá, por traspasar sus propios límites y llegar a niveles sorprendentes de depuración del lenguaje, se percibe la determinación por experimentar de muchas maneras diferentes y el esfuerzo en la decisión de cada palabra. Nada está dejado al azar, todo está pensado más de tres veces. “Probablemente, Jarrón y tempestad sea el mejor poemario de Guadalupe Grande; mejor en el sentido de preferible, sin que por ello desmerezcan para nada sus anteriores libros, que ya sabemos que cada libro puede ser una pista y también un desvío”, dice el editor Carlos Rod, de La uÑa RoTa, que hace también hincapié en el largo tiempo y en el cuidado que la poeta puso en su elaboración, y en cómo notaron su ausencia a la hora de la edición, a pesar del fiable asesoramiento de los poetas amigos».
Yo también creo que es el mejor libro de Guadalupe Grande. Un libro denso, tortuoso, oscuro, difícil, que exige del lector —desde el propio título— una atención sin desmayo para poder leer más allá de lo leído, o sea, para abrirse camino por la intricada selva de las palabras hasta llegar al temblor precario de la poesía genuina. Un libro, así mismo, que, sin necesidad de considerar las circunstancias de su aparición, puede leerse como un testamento: no ya en cuanto conjunto de últimas voluntades, sino en tanto que declaración de vida: los fundamentos, los derroteros, los puntales, las compañías que han sustentado la vida personal y poética de la autora. Si, en una segunda o tercera lectura de Jarrón y tempestad, el lector se toma la molestia de leerlo así, puede que inopinadamente se encuentre conversando con una poeta que le dice al oído las palabras esenciales y verdaderas en las que se encierra todo lo que fue: estas.
Además, la cubierta y las páginas iniciales y finales del libro reproducen collages sugestivos y algo turbadores de la autora que sintonizan bien con el tono y el contenido del poemario.

Guadalupe Grande. Jarrón y tempestad. La uÑa RoTa. Segovia. 2022. Quince euros.

1 comentario:

  1. Aún no lo he leído. Tu atención es una garantía. Su persona, a la que conocí y traté, también.

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