jueves, 22 de diciembre de 2022

Un libro (casi) definitivo

Como en todas partes —ahora es plaga—, cada año se publica en Almagro una porción considerable de libros: muchos más libros de los que el almagreño común, el que está en sus asuntos, podría suponer. En descargo del almagreño común, que está en sus asuntos, la mayoría de ellos pasará al olvido más rápidamente aún que las funciones navideñas con que colegios e institutos andarán estos días despidiendo el trimestre. Cosas de la vida, del tiempo… y de la inanidad de lo publicado: nada se pierde el almagreño común, nada que lamentar, pues.
Sin embargo, de vez en cuando algunos libros escapan de la oprobiosa, acaso merecida y muy general condena al olvido para incorporarse a la escasísima fracción de los que han de durar: ya sea por la calidad literaria —pensemos en Horcajada, en Taylhardat, en Vinuesa— o porque alumbran rincones mal iluminados de nuestra realidad presente o pasada que importa ver con claridad, limpios del polvo de los tópicos, de la deformación de los prejuicios o de las nieblas de la ignorancia.
Hoy tengo entre manos uno, imponente: Blasones y linajes de Almagro, de Francisco Javier Alcaide y Nieves Sarabia. Nos consta que es el fruto de largos años de trabajo abnegado, paciente, meticuloso, de infatigables recorridos por el pueblo, y de horas y horas escarbando en archivos. Nos consta igualmente que ha contado con apoyos, orientación y aliento de personas insignes; entre ellas y de una manera principal, de don Arcadio Calvo. A don Arcadio Calvo dedica Alcaide un emotivo renglón en los agradecimientos que sobrepasa la sincera y biennacida gratitud; es una toma de partido: Alcaide, como don Arcadio, se alista en la tribu cada vez más nutrida —¡gracias a Dios!— de quienes beben en las fuentes claras, de quienes dudan, de quienes no fantasean, de aquellos cuyo único asidero es el dato contrastado, de quienes, en definitiva, son conscientes de que la historia es tarea colectiva y parsimoniosa que rara vez avanza a saltos, sino en pequeños pasos aparentemente modestos pero firmes. A este respecto, leído el libro de Alcaide y de Sarabia, se puede afirmar sin reticencia que el hueco —enorme, tristísimo— de don Arcadio Calvo no es ahora tan grande ni tan doloroso, pues cuenta con dignos sucesores. Por supuesto —no hay ni que mentarlo—, cualquier lector apreciará también enseguida que el libro rebosa de amor a Almagro —y aquí podríamos quizá detenernos un rato a hablar de distintas clases de amor patriótico; lo dejaremos para otro día. Como dejaremos para otro día la cuenta de notabilísimas aportaciones que a la historiografía de Almagro vienen haciendo los historiadores no profesionales—.
No obstante lo anterior, ni el trabajo ni el magisterio de don Arcadio ni el amor por el pueblo hubieran bastado para hacer un gran libro —lo he dicho: un libro imponente—. Blasones y linajes de Almagro es un libro imponente por la información que aporta, por cómo la selecciona y dispone y por cómo la usa para esclarecer cuestiones que, en principio, no parecían su propósito central. En efecto, los blasones que ve en abundancia el paseante por Almagro son piedras que hablan: hablan de un tiempo, de un tipo de sociedad —sus creencias, sus formas de vida, su economía, sus desigualdades, etcétera y etcétera— y de un río de generaciones que llega hasta nosotros. Pero esas piedras parlantes, los blasones, solo hablan a quienes son capaces de entender; a los sordos y analfabetos nos dicen poco. Ahí, los autores, guías eruditos y amenos, nos hacen ver lo que habitualmente no vemos y entender lo que no entendemos; nos muestran a las personas de carne y hueso y a las familias que hay detrás y nos las sitúan certeramente en el mundo en que habitaban. De modo que el libro es un todo coherente y riquísimo, muy sugestivo y estupendamente presentado. Yo no puedo —no sé— enjuiciar los pormenores técnicos de la obra, pero su lectura me ha resultado bien instructiva. Y estoy seguro de que es un libro fundamental —¿fundacional?— en muchos sentidos: pone en su sitio lo que sabíamos hasta aquí, lo corrobora, refuta o amplía hasta no dejar resquicio y asienta las bases —firmísimas— de cuanto se pueda continuar investigando. O sea, un libro esencial y bien editado.
Y es caro, sí: habrá a quienes treinta y cinco euros les parezcan prohibitivos. Ahora bien, teniendo en cuenta lo que se da por ellos y que el libro ha de estar vigente durante años, se pueden pagar sin remordimiento. O pedírselo a los Reyes.
 
Francisco Javier Alcaide y Nieves Sarabia. Blasones y linajes de Almagro. Ayuntamiento de Almagro. Almagro. 2022. Treinta y cinco euros.