Como en todas partes —ahora es plaga—,
cada año se publica en Almagro una porción considerable de libros: muchos más
libros de los que el almagreño común, el que está en sus asuntos, podría
suponer. En descargo del almagreño común, que está en sus asuntos, la mayoría
de ellos pasará al olvido más rápidamente aún que las funciones navideñas con
que colegios e institutos andarán estos días despidiendo el trimestre. Cosas de
la vida, del tiempo… y de la inanidad de lo publicado: nada se pierde el
almagreño común, nada que lamentar, pues.
Sin embargo, de vez en cuando algunos
libros escapan de la oprobiosa, acaso merecida y muy general condena al olvido
para incorporarse a la escasísima fracción de los que han de durar: ya sea por
la calidad literaria —pensemos en Horcajada, en Taylhardat, en Vinuesa— o
porque alumbran rincones mal iluminados de nuestra realidad presente o pasada
que importa ver con claridad, limpios del polvo de los tópicos, de la
deformación de los prejuicios o de las nieblas de la ignorancia.
Hoy tengo entre manos uno, imponente: Blasones
y linajes de Almagro, de Francisco Javier Alcaide y Nieves Sarabia. Nos
consta que es el fruto de largos años de trabajo abnegado, paciente,
meticuloso, de infatigables recorridos por el pueblo, y de horas y horas
escarbando en archivos. Nos consta igualmente que ha contado con apoyos,
orientación y aliento de personas insignes; entre ellas y de una manera principal,
de don Arcadio Calvo. A don Arcadio Calvo dedica Alcaide un emotivo renglón en
los agradecimientos que sobrepasa la sincera y biennacida gratitud; es
una toma de partido: Alcaide, como don Arcadio, se alista en la tribu cada vez
más nutrida —¡gracias a Dios!— de quienes beben en las fuentes claras, de
quienes dudan, de quienes no fantasean, de aquellos cuyo único asidero es el
dato contrastado, de quienes, en definitiva, son conscientes de que la historia
es tarea colectiva y parsimoniosa que rara vez avanza a saltos, sino en
pequeños pasos aparentemente modestos pero firmes. A este respecto, leído el
libro de Alcaide y de Sarabia, se puede afirmar sin reticencia que el
hueco —enorme, tristísimo— de don Arcadio Calvo no es ahora tan grande ni tan
doloroso, pues cuenta con dignos sucesores. Por supuesto —no hay ni que
mentarlo—, cualquier lector apreciará también enseguida que el libro rebosa de
amor a Almagro —y aquí podríamos quizá detenernos un rato a hablar de distintas
clases de amor patriótico; lo dejaremos para otro día. Como dejaremos para otro día la
cuenta de notabilísimas aportaciones que a la historiografía de Almagro vienen
haciendo los historiadores no profesionales—.
No obstante lo anterior, ni el trabajo ni
el magisterio de don Arcadio ni el amor por el pueblo hubieran bastado para
hacer un gran libro —lo he dicho: un libro imponente—. Blasones y linajes de
Almagro es un libro imponente por la información que aporta, por cómo la selecciona y dispone y por cómo la usa para esclarecer cuestiones que, en principio, no
parecían su propósito central. En efecto, los blasones que ve en abundancia el paseante
por Almagro son piedras que hablan: hablan de un tiempo, de un tipo de sociedad
—sus creencias, sus formas de vida, su economía, sus desigualdades, etcétera y
etcétera— y de un río de generaciones que llega hasta nosotros. Pero esas
piedras parlantes, los blasones, solo hablan a quienes son capaces de entender;
a los sordos y analfabetos nos dicen poco. Ahí, los autores, guías eruditos y amenos, nos hacen ver lo
que habitualmente no vemos y entender lo que no entendemos; nos muestran a las
personas de carne y hueso y a las familias que hay detrás y nos las sitúan
certeramente en el mundo en que habitaban. De modo que el libro es un todo
coherente y riquísimo, muy sugestivo y estupendamente presentado. Yo no puedo
—no sé— enjuiciar los pormenores técnicos de la obra, pero su lectura me ha
resultado bien instructiva. Y estoy seguro de que es un libro fundamental
—¿fundacional?— en muchos sentidos: pone en su sitio lo que sabíamos hasta
aquí, lo corrobora, refuta o amplía hasta no dejar resquicio y asienta las
bases —firmísimas— de cuanto se pueda continuar investigando. O sea, un libro
esencial y bien editado.
Y es caro, sí: habrá a quienes treinta y
cinco euros les parezcan prohibitivos. Ahora bien, teniendo en cuenta lo que se
da por ellos y que el libro ha de estar vigente durante años, se pueden pagar
sin remordimiento. O pedírselo a los Reyes.
Francisco Javier
Alcaide y Nieves Sarabia. Blasones
y linajes de Almagro. Ayuntamiento de Almagro. Almagro. 2022. Treinta y
cinco euros.