viernes, 19 de febrero de 2021

Poemas de amor

Hay rasgos que distinguen de inmediato los libros buenos de los malos. Los malos libros son nueces vanas; como las penas del infierno, colman al lector de carencia y desánimo: querríamos sacarles una pizca de sustancia; por su inteligencia descarriada, no la alcanzaremos nunca. Los libros buenos, en cambio, exuberantes, se desbordan, es decir, ponen al lector ante realidades más o menos lejanas y le hacen entrar en diálogo —no siempre amigable, siempre fructífero— con ellas, para fiesta, perplejidad, inquietud, acicate o dolor. Además, los libros buenos son, desde el principio de los tiempos y avant la lettre, el mejor ejemplo de eso que ahora llaman —perdonen: yo no he sido— la glocalización: o sea, firmemente asentados en lo pequeño y próximo, guardan un mensaje universal.

Lo acabo de corroborar —¡como si hiciera falta!— estos días leyendo Aquí, el último libro de Francisco Caro. Desde la cubierta misma sabemos que es un buen libro y que está hecho con cuidado, primorosamente, sin jactancia: la belleza escueta de la composición, la tipografía y la ilustración de Serna en la primera de cubierta; las excelentes fotos y su disposición en la cuarta; el lomo, con el sello editorial en dos versiones mínimas, muy elegantes, y un número, el 1, signo de determinación y esperanza; las dimensiones y el tacto; el nombre de la editorial…

La editorial se estrena con este libro, que tiene algo de padrinazgo o sombra protectora. En el futuro probablemente nos dará muchas alegrías; ya nos está dando tema de cavilación. Se llama Mahalta. ¿Por qué? Se me ocurren dos razones; quizá tengan algo que ver con la obra inaugural. Por un lado, Majada Alta —huelga precisar que el vulgo en todas partes dice Majalta— es un topónimo corriente: en Piedrabuena, cerca del Bullaque, hay un paraje que se llama así. Por otro, Mahalta remite obvia y directamente a Màrius Torres —y a Lluís Llach, el réprobo—, que era de Lérida. Glocalización, decíamos.

Conjeturas editoriales aparte, Aquí sería un libro formidable aunque se presentara en una de esas desventuradas autoediciones que nos martirizan hoy. Sus poemas —la mayoría leídos en anteriores libros del autor o en el blog—, aquí reunidos y así dispuestos, constituyen no una antología, sino un nuevo libro con identidad propia bien definida: un hermosísimo y muy original testimonio de la poesía amorosa española contemporánea. Y ni estoy exagerando ni equivocándome: los poemas de Aquí son preciosos y, todos todos, poemas de amor.

Se suele entender, de manera harto restrictiva, por poesía amorosa únicamente la que se refiere al amor de la persona amada. Sin embargo, cabe otro amor igual de legítimo y nada excluyente que se extiende a cualquier otra persona, cosa, lugar, experiencia o acontecimiento, grandes o chicos. Lo siente todo el mundo y lo expresan maravillosamente algunos poetas; Caro está entre ellos, y él mismo mienta a Colinas y a Rosillo. No es cuestión de llegar al panteísmo ni de insistir en lo celebratorio, tan de moda; menos aún de revolcarse en el amor pánfilo y feble de los parapoetas: se trata humildemente de, aun sabiendo y teniendo comprobadas las inclemencias, encontrar en las cosas alrededor cuanto ellas puedan tener de hospitalario. Y de constante: el título del libro deja patente la calidad de un amor perdurable. Gracias al prodigio de la poesía Caro trae al aquí y al ahora del poema el amor que le rebosa —la familia pasada y presente, los amigos, la historia, los lugares, la esposa, la poesía…— y nos lo regala bajo la especie de poemas emocionantes —no pocos, emocionantes hasta la lágrima—, que al lector, de por aquí o de cualquier sitio, le sirven también para certificar que Caro es poeta principal de por aquí y de cualquier sitio.

Tampoco creo superfluo anotar dos cosas: bastantes poemas contienen reflexiones explícitas o veladas sobre la poesía —eso que, de manera a veces banal, llaman poéticas—; fíjense en ellas: hallarán que se nos propone una poesía veraz, honrada y modesta, y comprobarán por qué es así y cómo se materializa en los poemas con toda coherencia y nitidez. Fíjense también en la técnica —en el oficio, tan bien aprendido y rectamente practicado como el de tejero o sastre— que se ve palpable en los sonetos o en los haikus: verán qué asombro.

Una maravilla, pues, de Caro y Mahalta. Ojalá y a los dos nos los vayamos encontrando con frecuencia en els meandres, grocs de lliris, verds de pau, de este Bullaque que es la vida: de la font a la mar.

Francisco Caro. Aquí. Mahalta. Ciudad Real. 2020. Doce euros.