Conozco a José Carlos Sánchez Galán —ojo: no confundir con
José Ignacio Sánchez Galán, el que nos llamó tontos, cuya única poesía es,
seguramente, la de acumular dinero—. Si no lo conociera, yo nunca hubiera leído
este libro: lo saca Círculo Rojo, una editorial a la que profeso
particular aversión. Pero los prejuicios, he de reconocerlo, al tiempo que
hacen la vida cómoda nos la recortan considerablemente: en este caso me
hubieran vedado un libro valioso que viene, además, prologado por Rosa Navarro
Durán, lo cual ya es un aval bien importante.
Estos dos hechos —que el libro lo publique Círculo Rojo y que Navarro Durán firme el prólogo— dicen bastante sobre el autor y su manera de entender y estar en la poesía.
El primero remite a su discreción: Sánchez Galán vive alejado de la vida literaria y de sus pompas y vanidades; si ha recurrido a Círculo Rojo habrá sido por evitarse el engorro de buscar un editor de renombre y porque confía en que el valor del libro, él solo, lo haga llegar a los lectores que de verdad lo merezcan. No creo que le importe, pues, el escasísimo eco de la publicación en los medios provinciales, que a saber con qué criterio hablan de algunas cosas e ignoran otras.
El segundo declara, por un lado, que se acoge a los mejores —la prologuista lo es, indudablemente— y en ellos hallará el lector al que aspira. Por otro, que estamos ante una poesía culta, afirmada en los clásicos, con referencias constantes a autores y obras —no solo literarias: hay también música y cine en este libro— muy bien leídos y muy bien aprovechados. Precisamente por ello no se trata de una obra pedante: las lecturas no se exhiben para abrumar al lector; antes al contrario: el poeta se apoya en ellas para mejor decir lo que debe decirse y para proclamar que lo que debe decirse es lo que se ha vivido, o sea, en buena medida, lo que se ha leído.
Lo que se ha vivido es, claro está, lo que se recuerda: vivir es un camino en donde la acción de recordar y la fábrica de recuerdos se imbrican inextricablemente en un proceso cuya conclusión, fatal, quedará solo en el recuerdo de otros, en la lectura de otros. De ahí que la memoria sea desde el título el componente principal del libro, y que en la memoria quepan todos los asuntos de la existencia, banales o no, todos traídos con la misma dignidad, todos igualados. La memoria se asocia a la cal. Hay un poema —de los mejores— que recuerda a la madre enjalbegando; se llama «La cal y la memoria»; de él nace, supongo, el título del poemario: La cal de la memoria. Conviene reflexionar sobre la sutil diferencia —que, en cuanto al grado de abstracción, es un abismo—entre uno y otro, y leer el libro a su luz. Que lo haga el lector si le parece. A mí me basta aquí con distinguir la cal como concreta y trivial materia, común en ciertos tiempos y lugares, que el poeta evoca asociada a la madre, y la cal como símbolo universal: la cal es limpieza, blancura deslumbrante, protección, pero la cal hierve al contacto con el agua, y corroe, y destruye.
Por lo demás, desde el punto de vista meramente formal, es el libro de alguien que conoce el oficio: porque ha leído mucho y porque se ha ejercitado en él tenaz y riguroso. Ninguna de las dos cosas es frecuente: conviene destacarlas. Que ha leído mucho obedece no tanto al oficio con que Sánchez Galán gana el sustento —es profesor de literatura en Almagro— como a la vocación que da sentido y articula su vida, una vida de lector. El poemario, abundante en referencias y citas —explícitas o intertextuales— de autores y obras clásicas y de hoy, en castellano o en otras lenguas, siempre pertinentes, está armado a base de endecasílabos blancos, la mayoría estupendos. Es decir, técnicamente poco hay que reprocharle.
Y conviene mencionar algo que, por lo que llevo dicho, quizá el lector no se espere: el sentido del humor, verdaderamente agudo en ocasiones, y la ironía, casi nunca ácida: ambos facilitan un eficaz y oportuno distanciamiento. Quienes se dediquen a la enseñanza encontrarán poemas casi hilarantes en los que se incrustan unos cuantos inventos verbales muy afortunados.
Resumiendo: un buen libro que merecería difusión y buenos lectores. ¿Los tendrá? Ojalá: hablaría bien de la cofradía de lectores de por aquí. La edición, prejuicios fuera, es impecable.
Estos dos hechos —que el libro lo publique Círculo Rojo y que Navarro Durán firme el prólogo— dicen bastante sobre el autor y su manera de entender y estar en la poesía.
El primero remite a su discreción: Sánchez Galán vive alejado de la vida literaria y de sus pompas y vanidades; si ha recurrido a Círculo Rojo habrá sido por evitarse el engorro de buscar un editor de renombre y porque confía en que el valor del libro, él solo, lo haga llegar a los lectores que de verdad lo merezcan. No creo que le importe, pues, el escasísimo eco de la publicación en los medios provinciales, que a saber con qué criterio hablan de algunas cosas e ignoran otras.
El segundo declara, por un lado, que se acoge a los mejores —la prologuista lo es, indudablemente— y en ellos hallará el lector al que aspira. Por otro, que estamos ante una poesía culta, afirmada en los clásicos, con referencias constantes a autores y obras —no solo literarias: hay también música y cine en este libro— muy bien leídos y muy bien aprovechados. Precisamente por ello no se trata de una obra pedante: las lecturas no se exhiben para abrumar al lector; antes al contrario: el poeta se apoya en ellas para mejor decir lo que debe decirse y para proclamar que lo que debe decirse es lo que se ha vivido, o sea, en buena medida, lo que se ha leído.
Lo que se ha vivido es, claro está, lo que se recuerda: vivir es un camino en donde la acción de recordar y la fábrica de recuerdos se imbrican inextricablemente en un proceso cuya conclusión, fatal, quedará solo en el recuerdo de otros, en la lectura de otros. De ahí que la memoria sea desde el título el componente principal del libro, y que en la memoria quepan todos los asuntos de la existencia, banales o no, todos traídos con la misma dignidad, todos igualados. La memoria se asocia a la cal. Hay un poema —de los mejores— que recuerda a la madre enjalbegando; se llama «La cal y la memoria»; de él nace, supongo, el título del poemario: La cal de la memoria. Conviene reflexionar sobre la sutil diferencia —que, en cuanto al grado de abstracción, es un abismo—entre uno y otro, y leer el libro a su luz. Que lo haga el lector si le parece. A mí me basta aquí con distinguir la cal como concreta y trivial materia, común en ciertos tiempos y lugares, que el poeta evoca asociada a la madre, y la cal como símbolo universal: la cal es limpieza, blancura deslumbrante, protección, pero la cal hierve al contacto con el agua, y corroe, y destruye.
Por lo demás, desde el punto de vista meramente formal, es el libro de alguien que conoce el oficio: porque ha leído mucho y porque se ha ejercitado en él tenaz y riguroso. Ninguna de las dos cosas es frecuente: conviene destacarlas. Que ha leído mucho obedece no tanto al oficio con que Sánchez Galán gana el sustento —es profesor de literatura en Almagro— como a la vocación que da sentido y articula su vida, una vida de lector. El poemario, abundante en referencias y citas —explícitas o intertextuales— de autores y obras clásicas y de hoy, en castellano o en otras lenguas, siempre pertinentes, está armado a base de endecasílabos blancos, la mayoría estupendos. Es decir, técnicamente poco hay que reprocharle.
Y conviene mencionar algo que, por lo que llevo dicho, quizá el lector no se espere: el sentido del humor, verdaderamente agudo en ocasiones, y la ironía, casi nunca ácida: ambos facilitan un eficaz y oportuno distanciamiento. Quienes se dediquen a la enseñanza encontrarán poemas casi hilarantes en los que se incrustan unos cuantos inventos verbales muy afortunados.
Resumiendo: un buen libro que merecería difusión y buenos lectores. ¿Los tendrá? Ojalá: hablaría bien de la cofradía de lectores de por aquí. La edición, prejuicios fuera, es impecable.
José Carlos Sánchez Galán. La cal de la memoria. Círculo Rojo. Almería. 2022. Once euros.
Seguramente tendrá lectores si el libro es accesible. Tal vez una edición más cercana hubiera permitido. Me alegro de su existencia, si logramos un ejemplar lo leeremos con gusto. Almagro está excitado poéticamente. A sus autores añadimos la presentación de libros y la próxima edición de Almagro Íntimo. Está usted, amigo Pedro, en el ombligo provincial. Aproveche.
ResponderEliminarProcuraremos.
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