Francisco Martínez Carrión es periodista de larga
trayectoria e inquieto agitador cultural; es también un hombre de notable
curiosidad intelectual y un enamorado de su pueblo. La combinación de tales
rasgos ha cristalizado casi necesariamente en este libro.
Como buen periodista, Martínez Carrión sabe elegir certeramente
de entre los innumerables acontecimientos que se producen en el mundo aquellos
que interesarán al lector; y, una vez elegidos, es capaz de presentárselos de
manera atractiva, eludiendo las tentaciones demagógicas, chabacanas o pueriles
en que incurren tantos periodistas de hoy. Como hombre curioso y enamorado de
su pueblo, ha buceado en su historia y ha leído cuanto se ha publicado sobre
ella, ya en artículos académicos, en libros, o en gacetillas
insignificantes. Y como agitador cultural, ha querido recopilar y poner a
disposición de sus .paisanos, con herramientas de buen
periodista y estilo de buen escritor, una parte de lo que le ha ido pareciendo relevante. Primero lo hizo
en la prensa y en las redes sociales y ahora lo hace en forma de libro bajo los
auspicios del ayuntamiento.
El libro es una miscelánea de hechos, personajes, anécdotas
o reflexiones, agrupados por afinidad temática, que puede leerse de corrido o a
salto de mata y, desde luego, siempre con interés, placer y aprovechamiento:
está escrito pulcramente, resulta ameno, los capítulos son breves, las ilustraciones
pertinentes y viene mondo de engolamiento. Un libro estupendo, pues, en el que encuentro muy pocas taras y de escasa entidad. La
única que cabría señalar es, si acaso, que el autor no cite las fuentes de lo que
cuenta, sobre todo cuando lo que cuenta es controvertido: sé que no
estamos ante un trabajo científico, pero no sobraría.
Es así mismo un libro que da que pensar —los libros
buenos dan que pensar—: a mí, sobre la historiografía local en general y sobre
la de Almagro en particular.
Cuando, hace ya años, acudía al Montiel Medieval, un evento
que se ha consolidado y goza de excelente salud, me chocaba la profusión de elegantes damas y caballeros, y la ausencia de pastores, gañanes, criados, mendigos… Así, por desgracia, suele ser la historiografía
local: muestra un glorioso pasado en donde reinaba la armonía y en
donde las únicas desgracias eran fruto de inevitables desastres sobrehumanos, pérfidas
vilezas o del orden natural de las cosas; por supuesto, apenas había pobres —o eran
generosamente socorridos por los ricos—, tampoco mujeres, malhechores ni nada
que oscureciera el brillo de la gloria. O sea, la historiografía local
suele reparar solo en la cúspide lustrosa de la pirámide: allí lucen, en alegre comandita, los poderosos,
los opulentos y quienes legitiman el poder y la opulencia.
¿Porque los de arriba han dejado mayor huella documental o por ideología del
historiógrafo? Por las dos cosas: la primera confesable, la segunda implícita, y
hasta ignorada, muchas veces. De ahí que la historiografía local casi nunca
descontente a nadie: corrobora la ideología dominante.
Del libro de Martínez Carrión —porque lo tengo entre las manos— extraigo dos ejemplos mínimos. Uno: hagan la lista de apellidos que
aparecen; bien pocos sobreviven hoy en Almagro. ¿Qué significa? Sin descartar
otras posibilidades, entre ellas el fornicio extraconyugal, que los almagreños
ilustres del pasado poco o nada tienen que ver con los almagreños actuales; es
decir, la historiografía local ordinaria —hay excepciones: escasas— será historia de Almagro, de acuerdo, pero no de los almagreños: es lógico que a estos apenas les interese. Y dos:
hablando de la construcción de San Agustín se nos dice que «jesuitas y
agustinos se disputaron con evidente avaricia la herencia del rico indiano»
Melchor de Figueroa. ¿Cómo se hizo rico don Melchor en el Perú? ¿Le tocó la
lotería? No: obviamente, las riquezas salieron del lomo de los indios. Y,
generalizando, con el sudor de los pobres almagreños se levantaron los
palacios, iglesias y conventos que hoy constituyen nuestro rico patrimonio. ¿No
andará ahí, por decir algo, la causa del desapego hacia el convento de las
calatravas, siendo como fue la orden de Calatrava la mayor máquina exprimidora
de almagreños que ha existido jamás? Quién sabe.
Naturalmente, no estoy poniéndole pegas al libro de Martínez
Carrión, excelente, reitero, y cuyo propósito es restringido y diáfano.
Estoy apuntando simplemente que, como escribía Walter
Benjamin en la séptima Tesis de filosofía de la historia, «hay que pasarle a la historia el cepillo a contrapelo» teniendo bien
presente que «jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la
barbarie». A ver si alguien se atreviera a escribir una historia local de
la gente poco importante. A ver si los historiadores historicistas dejaran de simpatizar siempre con el vencedor.
Francisco J.
Martínez Carrión. Almagro. Hechos y personajes para una historia
inédita. Ayuntamiento de Almagro. Almagro. 2022. Veinte euros.
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