domingo, 21 de marzo de 2021

Poesía en todas partes

La poesía, que es espíritu, como el Espíritu ubi vult spirat: lo he comprobado de nuevo hace un rato. No he podido ir a Madrid a la cosa del Retiro —y quería: a ver si Aaarón García Peña habla igual que en la radio—, así que para celebrar el Día Internacional de la Poesía esta maña bien temprano he peregrinado al Pinar de los Poetas.

Almagro, por empeño del pertinaz y benemérito Luis Molina, tiene un Pinar de los Poetas. Aunque un amigo irreverente afirma que los dos elementos del sintagma son hipérboles, a mí me gusta: hay buenos poemas, un estupendo mural de Eusebio Loro, incluso el sitio es un poema —¿se acuerdan?: Aquí está permitido…—.

Las musas me han recompensado la visita con el poema de la foto; alguien lo ha fijado allí cerca, en un contenedor de papel:


Me he acordado de Bécquer, de la rima IV concretamente. Acertó Bécquer en que siempre habrá poesía —he aquí la muestra—, pero pecó de pesimismo en la reserva. «Pierde cuidado, querido vate, por mucha poesía que haya —he estado a punto de gritarle a la ultratumba; me he reprimido por si pasaba gente—, siempre habrá más poetas: innumerables poetas víricos, plagas voladoras de poetas, poetas cabalieres a cascoporro; resucita y verás». Por eso, frente a tanto poeta sedicente que lo es solo por pregonarlo de sí mismo y recibir —en préstamo con intereses usurarios— la aceptación de sus semejantes, emociona el gesto de este poeta humilde que ignora la propia excelencia, pega el poema en los márgenes del recinto sagrado y oculta el nombre tras de un número telefónico.

El poema es sublime. En él hallamos, en confusión tomada de óxido, el acabamiento y caducidad de toda grandeza, un ubi sunt? melancólico que llora en idéntico y mezquino vertedero los rutilantes símbolos de la modernidad —soberbios automóviles ya decrépitos, forzudas baterías de cuyo añejo vigor queda apenas la ponzoña, exangües los alados botes de redbul, agrias las proletarias latas de cerveza, cables que fueron nervios— e ilustres despojos de la historia milenaria: herrumbrosas picas de Flandes, tapas rotas de alcantarilla, melladas hoces solaneras, bronces monumentales abatidos, fieles pesos de las romanas… Ay.

Sobrentendida pero cierta, merced al chatarrero redentor brilla también en el poema, por decirlo como lo dice el prefacio de la misa de difuntos, la esperanza de nuestra feliz resurrección —la nuestra, sí: ¿qué es la chatarra sino metáfora de la pobre vida humana perecedera, y del peaje para adquirir la vida perdurable, la mansión eterna en el cielo?—. Sobre la ruina y el desconcierto de la escoria efectivamente obrará la taumaturgia del reciclado, y en poco tiempo estos que ves ahora residuos deleznables fulgirán en asombrosos prodigios tecnológicos o cuquis cachivaches decorativos. El eterno retorno, la vida que no acaba. Oh, consoladora evidencia.

Además, el portento, explosivo grano de mostaza, cabe en la nuez de cuatro versos —el resto son paratextos, si interesantes hoy prescindibles pues acaso distraigan de lo principal; otro día les dedicaremos un escolio— escuetos, esenciales, sutilísimos, que, sin embargo, dejan campo fértil —abonado con química del ETC y cagarrutas de puntos suspensivos— a la fantasía del lector. ¿Cabe pedir más?

Y es ‘mainstream’. Iribarren no podría mejorarlo.

4 comentarios:

  1. Sí señor. Estupendo. Y lo de Hierro, así, escrito con mayúscula en el cartel, ¿no pretenderá ser, quizás, una enmascarada referencia al poeta madrileño?

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  2. Amigo Pedro, admiro tu perspicacia al encontrar poesía donde la poesía se halla en disimulo. Ese texto lo es. Me ha recordado que cuando Visor publicó un número especial preguntando a poetas sobre su poema en castellano fevorito, el gran Francisco Rico seleccionó el mensaje publicitario de esta deliciosa cuarteta pegada a la arpillera de un saco de garbanzos "Tengo muy buena cochura./ Comedme con regodeo,/ porque soy canela pura./ (También se venden fideos)". Y es que entonces había ultramarinos comme il faut.

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    1. Me acuerdo. Y he ido ahora a mirar el comentario; es formidable y muy poco irónico: para que lo lean frecuentemente ciertos poetas.

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